lunes, 6 de junio de 2011

Junio 06, 2011.

LA BUROCRACIA MÉDICA


(Cuarta parte y última)

    La enfermedad es la razón por la cual hay servicios de salud en todos los países, también la única razón por la cual existen enfermos y médicos. Idealmente, los miembros de una sociedad son personas sanas. Todos están sanos, siempre. Ocasionalmente alguna persona enferma. Cuando así sucede acude con un experto en curar enfermos y, por las acciones atinadas de éste, recupera su salud. Si la enfermedad adquirida es incurable, esa persona muere. La persona que enfermó, y fue curada, paga al médico por sus servicios. Si muere, los honorarios los pagan sus familiares.
     En este planteamiento ideal la relación se da entre dos personas: un enfermo y un médico. No intervienen otros miembros de la sociedad, ni se necesita de su intervención. El binomio enfermo-médico es puro.
     Pero la realidad es muy distinta. En toda sociedad existen muchos enfermos. Por tanto, se requiere de muchos médicos. No hay una sola enfermedad, hay muchos tipos de enfermedades que requieren de diferentes tipos de tratamiento y la intervención de diferentes especialistas. Muchos enfermos necesitan ser manejados en instalaciones especiales y ser estudiados con el auxilio de procedimientos que facilitan el diagnóstico. El binomio enfermo-médico deja de ser puro, porque en la relación entre uno y otro intervienen ya diversas y muy disímbolas personas. La medicina Institucional atiende a derechohabientes. La medicina Pública atiende a quienes no están asegurados y no cuentan con recursos para recurrir a la medicina privada. Lo que sucede es que entra en juego la burocracia médica. Se crea un enorme aparato burocrático alrededor del binomio enfermo-médico, y ese aparato burocrático llega a ser más importante que el binomio. La relación entre el paciente Juan Sánchez y el médico Pedro López es aplastada por el aparato burocrático, del cual Pedro López pasa a formar parte.

Cuando usted entra al consultorio para ser atendido por un médico burócrata (me refiero a los buenos médicos burócratas), percibirá en él indiferencia. Muy pocos se mostrarán agresivos, y también muy pocos se mostrarán amables. La indiferencia es una constante, pero no implica, de ninguna manera, que usted será mal atendido. Es posible que el médico casi no lo mire y podría dar la impresión de que no escucha lo que usted le está diciendo. Puede estar seguro que escuchó todo. Le hace pocas preguntas y le practica una exploración que parecería insuficiente. Después le extenderá una receta. Puede darse el caso de que no le recete nada, sino que elabore una orden para exámenes de laboratorio o gabinete, le extienda una orden de internamiento o bien que le dé un pase para que consulte a otro médico. Es posible que la consulta haya durado entre diez y quince minutos.
     A usted no le agrada ese tipo de relación médico-paciente. A él tampoco. Usted esperó dos o tres horas para pasar con él. Durante ese tiempo él se ha pasado dos o tres horas atendiendo a personas como usted, y seguramente seguirá haciéndolo durante las siguientes cuatro horas. Usted y él están desfasados, no se entienden, mejor dicho, ninguno entiende las necesidades sentidas del otro. Usted necesita que lo escuchen, comprendan, reconforten. El médico sabe que debe dar una solución al problema que usted va a plantearle, pero necesita hacerlo de la manera más breve posible. Usted necesita que le dediquen un poco de tiempo, el médico necesita tiempo para atender a todos los que esperan afuera. Usted quiere estar un buen rato en el consultorio, el médico quiere lo contrario. Estamos hablando de un médico que, aunque se muestre indiferente ante usted, tratará de dar una solución profesional a la enfermedad por la cual es consultado. Con frecuencia usted no se percata de que así fue, puede darse el caso, incluso, de que usted no haga caso de sus recomendaciones.
     Si usted presenta cualquier tipo de urgencia, este tipo de médico no lo pasará por alto. Ordenará su internamiento o solicitará una consulta, de inmediato, con un especialista. Pero al médico no le interesa que usted, que consulta por un cuadro de infección intestinal, empiece por contarle que de niño le quitaron las anginas y de joven tuvo una fractura de tobillo. Tampoco le interesará escucharlo decir que la enfermedad que tiene empezó por un coraje que hizo con una vecina rijosa y grosera.
     La relación médico-paciente en la medicina burocrática no tiene nada de ideal. No se puede juzgar con base en planteamientos ideales. Por supuesto que no se puede ni debe aceptar que devenga en una relación irrespetuosa por alguna de las partes, o negligente e ineficaz por parte del médico. En algunos casos se da una buena relación en el sentido de que puede surgir comprensión, confianza, agradecimiento, etcétera. Pero la realidad en la mayoría de los casos es otra: no hay relación médico paciente. Hay consulta de un enfermo a un médico. Y esa consulta debe poner en marcha ciertas acciones que beneficien al enfermo, todas las acciones que sean necesarias. Ni una más, ni una menos.
La gran mayoría de los médicos que usted consulta, particulares o burócratas, se formaron en instituciones médicas burocráticas. ¡Excelentísimas instituciones médicas! No me refiero a las universidades donde cursaron parte de sus estudios porque tales centros de enseñanza no deben considerarse, académicamente, burocráticos, aunque estén repletos de burócratas. Hablo de hospitales en los que los médicos se formaron durante una buena parte de su etapa universitaria y, posteriormente, como médicos generales o como médicos especialistas.
          La incongruencia estriba en que instituciones  médicas burocráticas que son generalmente condenados por su mal trato y servicio, hayan preparado a los grandes médicos del país. Lo que es más, que tales médicos, excelentes,  y que trabajan en tales instituciones, sean muchas veces la causa que origina la condena y el malestar. Pero lo que resulta menos entendible, es que tales centros hospitalarios siguen siendo, sin lugar a dudas, la vanguardia de la medicina mexicana. ¿Qué está sucediendo?
          Como ya vimos, sería demasiado simplista argumentar que el médico está descontento porque considera que no se le paga lo que es justo para el trabajo que desempeña. Esta es una razón muy real, pero que no explica por sí misma el fenómeno ni justifica que un médico preparado se comporte de manera negligente ante un enfermo que lo necesita y que espera de él, por lo menos, capacidad y eficiencia, por no mencionar interés y humanismo: virtudes que han desaparecido poco a poco.
     El médico burócrata común es un neurótico. Entiendo que en nuestro mundo sólo hay dos tipos de personas : los que reconocemos ser  neuróticos y los que creen que no lo son. Para simplificar podemos decir que la neurosis es un estado que surge cuando existe una incongruencia entre nuestro mundo interior (el que imaginamos) y la realidad. Erich Fromm nos dice: “en la neurosis de un individuo podemos tomar como punto de partida el contraste que se nos ofrece entre la persona y su medio ambiente, que suponemos que es ‘normal’”. Esta es una incongruencia ecuménica, eterna e inevitable. Quien la acepta y maneja adecuadamente, o lo intenta, es una persona normal, o, me atrevo a decir, es un neurótico normal, leve, que pasa desapercibido. Pero muchos no aceptan esa incongruencia y entonces hacen, o intentan, algo imposible: luchar contra la realidad; pelear, en el tema que nos ocupa, contra la burocracia a la que pertenecen y de la que son actores principales. Se sienten extraños por esa pertenencia a, y esto tiene un nombre: “enajenación”. Fromm define la enajenación como: “un modo de experiencia en que la persona se siente a sí misma como un extraño. Podría decirse que ha sido enajenado de sí mismo”. Y añade que:  la burocratización es uno de los fenómenos más significativos de una cultura enajenada. Tanto la administración de los grandes negocios como la del gobierno la realiza una burocracia. Los burócratas son especialistas en la administración de cosas y de hombres. Debido a la grandeza del aparato que hay que administrar y a la consiguiente estratificación, la relación de los burócratas con las personas es una relación de enajenación total ... Los burócratas son tan indispensables como las toneladas de papel que se consumen bajo su dirección”.
         ¿Qué hacer ante este panorama que es desalentador? Mi respuesta inmediata es: tolerarlo, adaptarse. Las toneladas de papel que nos rigen no van a disminuir ni a modificarse para bien. La misma burocracia quiere modificarse, pero no puede. El mando lo tienen el contenido de los archivos, de las computadoras, de la papelería infinita que dejaron los muertos y que complican con constancia imperturbable los vivos.

Dr. Ricardo Perera Merino

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