lunes, 13 de junio de 2011

El suicidio asistido de Peter Smedley

Junio 13, 2011.
Hoy, en la clínica suiza “Dignitas”, fue asistido un hombre, llamado Peter Smedley, desahuciado, para morir dignamente. Esto, en sí, no debería ser una noticia relevante, puesto que el suicidio asistido se practica todos los días en todo el mundo, de manera legal o clandestina. El caso tuvo relevancia porque el suicidio asistido de Peter Smedley fue trasmitido en vivo por la cadena británica BBC.
Muchos condenan la eutanasia y el suicidio asistido, están en su derecho. Tal y como están en su derecho quienes deciden poner fin a su vida para no pasar por una larga agonía. Hay quienes prefieren prolongar su muerte (no su vida) y hay quienes prefieren lo contrario.
Los activistas anti-suicidio asistido y anti-eutanasia no terminan por entender que se trata de una decisión personal. Una decisión que, por cierto, no es contagiosa. El suicidio de una persona, asistido o no, no induce suicidios. Hablo específicamente de suicidio en personas desahuciadas sin calidad alguna de vida.
Esperamos que pronto llegue la cordura, en todas partes del mundo.
Dr. Ricardo Perera Merino

lunes, 6 de junio de 2011

Junio 06, 2011.

LA BUROCRACIA MÉDICA


(Cuarta parte y última)

    La enfermedad es la razón por la cual hay servicios de salud en todos los países, también la única razón por la cual existen enfermos y médicos. Idealmente, los miembros de una sociedad son personas sanas. Todos están sanos, siempre. Ocasionalmente alguna persona enferma. Cuando así sucede acude con un experto en curar enfermos y, por las acciones atinadas de éste, recupera su salud. Si la enfermedad adquirida es incurable, esa persona muere. La persona que enfermó, y fue curada, paga al médico por sus servicios. Si muere, los honorarios los pagan sus familiares.
     En este planteamiento ideal la relación se da entre dos personas: un enfermo y un médico. No intervienen otros miembros de la sociedad, ni se necesita de su intervención. El binomio enfermo-médico es puro.
     Pero la realidad es muy distinta. En toda sociedad existen muchos enfermos. Por tanto, se requiere de muchos médicos. No hay una sola enfermedad, hay muchos tipos de enfermedades que requieren de diferentes tipos de tratamiento y la intervención de diferentes especialistas. Muchos enfermos necesitan ser manejados en instalaciones especiales y ser estudiados con el auxilio de procedimientos que facilitan el diagnóstico. El binomio enfermo-médico deja de ser puro, porque en la relación entre uno y otro intervienen ya diversas y muy disímbolas personas. La medicina Institucional atiende a derechohabientes. La medicina Pública atiende a quienes no están asegurados y no cuentan con recursos para recurrir a la medicina privada. Lo que sucede es que entra en juego la burocracia médica. Se crea un enorme aparato burocrático alrededor del binomio enfermo-médico, y ese aparato burocrático llega a ser más importante que el binomio. La relación entre el paciente Juan Sánchez y el médico Pedro López es aplastada por el aparato burocrático, del cual Pedro López pasa a formar parte.

Cuando usted entra al consultorio para ser atendido por un médico burócrata (me refiero a los buenos médicos burócratas), percibirá en él indiferencia. Muy pocos se mostrarán agresivos, y también muy pocos se mostrarán amables. La indiferencia es una constante, pero no implica, de ninguna manera, que usted será mal atendido. Es posible que el médico casi no lo mire y podría dar la impresión de que no escucha lo que usted le está diciendo. Puede estar seguro que escuchó todo. Le hace pocas preguntas y le practica una exploración que parecería insuficiente. Después le extenderá una receta. Puede darse el caso de que no le recete nada, sino que elabore una orden para exámenes de laboratorio o gabinete, le extienda una orden de internamiento o bien que le dé un pase para que consulte a otro médico. Es posible que la consulta haya durado entre diez y quince minutos.
     A usted no le agrada ese tipo de relación médico-paciente. A él tampoco. Usted esperó dos o tres horas para pasar con él. Durante ese tiempo él se ha pasado dos o tres horas atendiendo a personas como usted, y seguramente seguirá haciéndolo durante las siguientes cuatro horas. Usted y él están desfasados, no se entienden, mejor dicho, ninguno entiende las necesidades sentidas del otro. Usted necesita que lo escuchen, comprendan, reconforten. El médico sabe que debe dar una solución al problema que usted va a plantearle, pero necesita hacerlo de la manera más breve posible. Usted necesita que le dediquen un poco de tiempo, el médico necesita tiempo para atender a todos los que esperan afuera. Usted quiere estar un buen rato en el consultorio, el médico quiere lo contrario. Estamos hablando de un médico que, aunque se muestre indiferente ante usted, tratará de dar una solución profesional a la enfermedad por la cual es consultado. Con frecuencia usted no se percata de que así fue, puede darse el caso, incluso, de que usted no haga caso de sus recomendaciones.
     Si usted presenta cualquier tipo de urgencia, este tipo de médico no lo pasará por alto. Ordenará su internamiento o solicitará una consulta, de inmediato, con un especialista. Pero al médico no le interesa que usted, que consulta por un cuadro de infección intestinal, empiece por contarle que de niño le quitaron las anginas y de joven tuvo una fractura de tobillo. Tampoco le interesará escucharlo decir que la enfermedad que tiene empezó por un coraje que hizo con una vecina rijosa y grosera.
     La relación médico-paciente en la medicina burocrática no tiene nada de ideal. No se puede juzgar con base en planteamientos ideales. Por supuesto que no se puede ni debe aceptar que devenga en una relación irrespetuosa por alguna de las partes, o negligente e ineficaz por parte del médico. En algunos casos se da una buena relación en el sentido de que puede surgir comprensión, confianza, agradecimiento, etcétera. Pero la realidad en la mayoría de los casos es otra: no hay relación médico paciente. Hay consulta de un enfermo a un médico. Y esa consulta debe poner en marcha ciertas acciones que beneficien al enfermo, todas las acciones que sean necesarias. Ni una más, ni una menos.
La gran mayoría de los médicos que usted consulta, particulares o burócratas, se formaron en instituciones médicas burocráticas. ¡Excelentísimas instituciones médicas! No me refiero a las universidades donde cursaron parte de sus estudios porque tales centros de enseñanza no deben considerarse, académicamente, burocráticos, aunque estén repletos de burócratas. Hablo de hospitales en los que los médicos se formaron durante una buena parte de su etapa universitaria y, posteriormente, como médicos generales o como médicos especialistas.
          La incongruencia estriba en que instituciones  médicas burocráticas que son generalmente condenados por su mal trato y servicio, hayan preparado a los grandes médicos del país. Lo que es más, que tales médicos, excelentes,  y que trabajan en tales instituciones, sean muchas veces la causa que origina la condena y el malestar. Pero lo que resulta menos entendible, es que tales centros hospitalarios siguen siendo, sin lugar a dudas, la vanguardia de la medicina mexicana. ¿Qué está sucediendo?
          Como ya vimos, sería demasiado simplista argumentar que el médico está descontento porque considera que no se le paga lo que es justo para el trabajo que desempeña. Esta es una razón muy real, pero que no explica por sí misma el fenómeno ni justifica que un médico preparado se comporte de manera negligente ante un enfermo que lo necesita y que espera de él, por lo menos, capacidad y eficiencia, por no mencionar interés y humanismo: virtudes que han desaparecido poco a poco.
     El médico burócrata común es un neurótico. Entiendo que en nuestro mundo sólo hay dos tipos de personas : los que reconocemos ser  neuróticos y los que creen que no lo son. Para simplificar podemos decir que la neurosis es un estado que surge cuando existe una incongruencia entre nuestro mundo interior (el que imaginamos) y la realidad. Erich Fromm nos dice: “en la neurosis de un individuo podemos tomar como punto de partida el contraste que se nos ofrece entre la persona y su medio ambiente, que suponemos que es ‘normal’”. Esta es una incongruencia ecuménica, eterna e inevitable. Quien la acepta y maneja adecuadamente, o lo intenta, es una persona normal, o, me atrevo a decir, es un neurótico normal, leve, que pasa desapercibido. Pero muchos no aceptan esa incongruencia y entonces hacen, o intentan, algo imposible: luchar contra la realidad; pelear, en el tema que nos ocupa, contra la burocracia a la que pertenecen y de la que son actores principales. Se sienten extraños por esa pertenencia a, y esto tiene un nombre: “enajenación”. Fromm define la enajenación como: “un modo de experiencia en que la persona se siente a sí misma como un extraño. Podría decirse que ha sido enajenado de sí mismo”. Y añade que:  la burocratización es uno de los fenómenos más significativos de una cultura enajenada. Tanto la administración de los grandes negocios como la del gobierno la realiza una burocracia. Los burócratas son especialistas en la administración de cosas y de hombres. Debido a la grandeza del aparato que hay que administrar y a la consiguiente estratificación, la relación de los burócratas con las personas es una relación de enajenación total ... Los burócratas son tan indispensables como las toneladas de papel que se consumen bajo su dirección”.
         ¿Qué hacer ante este panorama que es desalentador? Mi respuesta inmediata es: tolerarlo, adaptarse. Las toneladas de papel que nos rigen no van a disminuir ni a modificarse para bien. La misma burocracia quiere modificarse, pero no puede. El mando lo tienen el contenido de los archivos, de las computadoras, de la papelería infinita que dejaron los muertos y que complican con constancia imperturbable los vivos.

Dr. Ricardo Perera Merino

viernes, 3 de junio de 2011

"El Doctor Muerte"

Junio 03, 2011.

MURIÓ JACK KEVORKIAN




Todo tiene su momento y todo cuanto se hace debajo del sol tiene su tiempo. Hay tiempo de nacer y tiempo de morir.
Eclesiastés 3, 1-2.
Hoy, junio 03 del año 2011, a los 83 años de edad, murió un hombre ejemplar, un médico valiente: Jack Kevorkian.  El doctor Kevorkian padecía de cáncer hepático y de insuficiencias renal y hepática.
            Mucho se ha hablado, durante más dos décadas, del doctor Kevorkian. La prensa mundial lo llamaba “El Doctor Muerte”, debido a que fue pionero  y defensor incansable del “suicidio asistido” en personas desahuciadas y sin calidad alguna de vida. De esta manera, actuando al margen de la ley, y sin haberlo negado jamás, ayudó a más de cien personas desahuciadas a morir dignamente. Los grupos que se oponen a dicha medida, ¡personas sanas!, lo calificaron de infame y protagónico y hasta elaboraron un perfil de su personalidad que lo mostraba como un individuo obsesionado con el acto de morir. Nada más falso.
            En noviembre de 1994, Jack Kevorkian aceptó presentarse en un documental televisado por el canal Discovery, en toda la unión americana , y que se tituló: “The Suicide Machine”. En dicho programa se analizaron exhaustivamente, a la luz pública, los hasta entonces 20 casos de suicidio voluntario asistidos por él. En todos los casos quedó plenamente demostrado que los 20 pacientes se encontraban en la fase terminal de un padecimiento incurable, que solicitaron voluntariamente la asistencia de Jack Kevorkian y que la ciencia médica no podía hacer nada por revertir esa situación.    
Jack Kevorkian fue llevado en cuatro ocasiones a la corte en su estado natal: Michigan. En las cuatro ocasiones fue absuelto. Los pacientes desahuciados que piden la muerte, en todas partes del mundo, lo consideran un héroe y todos cuantos tuvieron una relación cercana con los enfermos desahuciados a quienes Kevorkian ayudó a morir, guardan hacia él una genuina gratitud. En 1999, el grupo de los “oposicionistas” logró que fuera condenado a ocho años de prisión por “homicidio en segundo grado”. En esa ocasión el doctor Kevorkian asistió en su muerte a un hombre de 52 años que padecía de esclerosis lateral amiotrófica. Ese hombre pidió a Kevorkian que lo ayudara a morir con dignidad.
            Muchos de los casos de suicidio asistido por Jack Kevorkian, tuvieron lugar antes de que Oregon se convirtiera en el primer estado de la unión americana en el que se legisló favorablemente en relación con el suicidio asistido. Esto sucedió a fines de la década de los años noventa. Hace dos años, en el 2009, se votó en el estado de Washington la ley que lo aprueba.
            El mundo de los pacientes desahuciados que sufren agonías prolongadas está hoy de luto. Sin embargo, la labor incansable de Jack Kevorkian ha rendido frutos en diferentes partes del mundo. Esos seres que sufren ya no están solos. El grito de Jack Kevorkian despertó al mundo entero. Descanse en paz Jack Kevorkian, ese hombre grande, ese gran médico,  cuya labor titánica será reconocida muy pronto como una gesta heroica.
Ricardo Perera Merino.

miércoles, 1 de junio de 2011

    

Junio 01, 2011.

LA BUROCRACIA MÉDICA


(Tercera parte de cuatro)
Algunas personas administran rigiéndose por las normas, a pesar de no saber quien estableció las normas e incluso sin conocer dichas normas.
(Tomado de las Leyes de Murphy)
 El médico burócrata es controlado por una reglamentación específica, rígida e ineficaz, que fue diseñada por personas, vivas o muertas, que no saben nada de medicina ni de la problemática que enfrenta todos los días cualquier médico burócrata, o bien fue diseñada por personas, médicos o no médicos, que están honestamente convencidas de que sus normas son magníficas. El mejor ejemplo que puedo dar al respecto es la consulta externa en el IMSS, que se imparte desde hace cinco décadas bajo el obsoleto e “intocable” Sistema Médico Familiar. Sistema inflexible en el que se imponen médicos a los derechohabientes, que imposibilita que la consulta sea expedita y eficiente, y por culpa del cual las cargas de trabajo entre los médicos son, día tras día, terriblemente desiguales.
El médico burócrata tiene un patrón: el gobierno, o una Institución que para el caso es lo mismo, que está por encima de él y del paciente. Es al gobierno a quien el médico debe ofrecerle ciertos resultados esperados. Debido a que son “enganchados” mediante un contrato colectivo de trabajo, todos los médicos burócratas reciben, salvo por el concepto de antigüedad, un salario idéntico. La remuneración no tiene nada que ver con la capacidad del médico. El bueno, el malo y el peor ganan lo mismo.
Desde el punto de vista profesional, es decir, en lo que se refiere a preparación y capacidad, no hay  diferencia entre un médico burócrata y un médico que ejerce la medicina privada. La gran diferencia es que el médico burócrata es un empleado público que trabaja en el sistema de salud. Y de esta diferencia se derivan ciertas realidades inevitables:
     l. El patrón del médico particular es el paciente. El patrón del médico burócrata es el gobierno.
     2. El médico particular gana de acuerdo al número de pacientes que atiende. El médico burócrata gana un sueldo fijo.
     3. El médico particular debe ganarse la clientela. Al médico burócrata le dan una clientela.
     4. El médico particular debe rentar un consultorio, pagar una secretaria, una línea telefónica, comprar batas, algunos aparatos básicos para la consulta, mobiliario de consultorio y sala de espera, mandar a hacer recetarios y comprar un bolígrafo. Al médico burócrata le dan todo eso y además no necesita teléfono.
A los médicos nos gusta mucho nuestra profesión. La actividad que desempeñamos tiene que ver con la vida y con la muerte, con personas enfermas que sufren, que están en peligro y que pueden ser salvadas o aliviadas. La profesión médica regala satisfacciones muy grandes, también frustraciones y pesares. Esto no nos lo da, ni quita, la burocracia; depende de nuestro desempeño, de nuestra preparación y eficiencia. De hecho, la motivación está en nosotros mismos. Lo que sí sucede es que la burocracia médica se encarga, muy puntual e ininterrumpidamente, de llenarnos el camino de piedras. Por esta razón, y por otras, el médico burócrata es, por lo general, un médico descontento. Una de las causas, muy obvia, es que gana poco. Sería más propio decir: siente que gana poco para el buen trabajo que realiza. Si consideramos únicamente a los “buenos médicos burócratas” debemos aceptar, en principio, que tienen razón. Los malos médicos burócratas no devengan el sueldo que les pagan. Pero el asunto no es tan sencillo. Para empezar, los médicos burócratas saben y aceptan que no pueden pagarles más. ¿Hay, entonces, otro factor que influye en su descontento, en su malestar? Sí. Ellos saben que su buen desempeño es ignorado por la burocracia médica y eso no les importa mucho, pero también saben, y esto es lo importante, que también ignoran su buen desempeño los enfermos que ellos tratan, alivian o salvan. El médico burócrata, bueno o malo, es un número.
¿Aliviar a un enfermo y salvar la vida a un paciente grave no es un motivo suficiente de satisfacción? Por supuesto que sí, es “el motivo” por antonomasia. Sin embargo, somos humanos.
            El doctor Federico Morales Montes de Oca, médico doblemente burócrata (IMSS, Servicios Médicos del Departamento del D.F.) cirujano notable y responsable como el que más, le abrió el tórax en el Hospital de Urgencias XOCO a un jovencito de 17 años, al que, treinta minutos antes de llegar al hospital, le sorrajaron un balazo por la espalda. Era la madrugada de un sábado. El proyectil le atravesó el ventrículo izquierdo del corazón. Federico Morales abrió la caja torácica con un movimiento preciso, magistral, metió el separador, aspiró la sangre que ocupaba todo el hemitórax izquierdo, se percato de las lesiones y  las ocluyó en un santiamén con los dedos pulgar e índice de su mano izquierda. Toda la maniobra requirió poco menos de siete minutos. Después, con calma, reparó exitosamente los dos orificios. Veinticuatro horas después, cuando el jovencito estaba fuera de peligro, sus familiares se lo llevaron a un hospital privado de mucho renombre. En ese hospital sólo lo vigilaron, retiraron los puntos de sutura y cobraron mucho dinero. El material de sutura para cerrar los orificios del corazón los pagó el doctor Federico Morales de su bolsillo, también el instrumental especial que utilizó para operar. El joven herido de muerte, quien ya debe ser padre de familia, ignora el nombre del médico que le salvó la vida practicando una cirugía de altísima escuela. No le vio nunca la cara. Quien era Director General de los Servicios Médicos del Departamento del D.F (década de los 80s), no supo que se practicó esa cirugía en uno de “sus” hospitales. Quien era Director de Xoco tampoco, o lo supo y ni siquiera se enteró de la grandeza implícita. Él luchaba en ese entonces, denodadamente, por ser secretario general de la rama 13 del Sindicato Único de Trabajadores del Departamento del Distrito Federal.
         Federico Morales se jubiló hace años. Trabajó durante treinta años en los Hospitales de Urgencia LA VILLA y XOCO, en turno nocturno de fin de semana. Operó a más de 700 pacientes graves. Tal vez una docena de éstos saben de su existencia; la mitad de ellos, o menos, sabe su nombre. Actualmente, ya viudo, viejo, pero fuerte y sano, vive en una pequeña ciudad de Veracruz, donde pasa sus últimos años cuidando y disfrutando de los nietos que le regaló una hija.
         Cuando Federico se jubiló me mostró el reconocimiento que le dieron por trabajar 30 años en los Servicios Médicos del Departamento del D.F. Fue un bono de 5 mil pesos y un diploma. Federico Morales sonreía entre triste y burlón. Unos años después fui a la “Ceremonia” en la que nos otorgaron un reconocimiento a quienes cumplimos 30 años de antigüedad (yo tenía 34, pero solo se da un  diploma a los 30). Se trataba del ridículo bono y del mismo Diploma. Lo tengo frente a mí, mientras escribo estas líneas. Se trata de un cartón amarillento tamaño carta, impreso en formato horizontal. El Diploma me recuerda la risa triste y burlona de Federico Morales. El documento dice: “En el (sic) cumplimiento de la ley de premios y estímulos y recompensas civiles, se otorga el presente DIPLOMA a: Fulano de Tal por 30 años de antigüedad al Servicio de los Ciudadanos del Distrito Federal. En la “Ceremonia” que me tocó a mí, nos entregaron el mismito diploma a veintidós trabajadores. Había afanadoras, enfermeras, empleados administrativos, una trabajadora social y dos choferes de ambulancia. El único médico era yo. Recordé las palabras de Federico cuando me mostró su diploma:
         - ¿Te fijas que dice: a Federico Morales Montes de Oca y no: al Doctor fulano de tal? ¿Te fijas que dice por 30 años de antigüedad al Servicio de los Ciudadanos del Distrito Federal y no por 30 años de antigüedad trabajando como cirujano en los Hospitales de Urgencia?
         Federico rompió delante de mí su diploma. Yo lo conservé porque sabía que algún día podría necesitarlo (para describirlo). Cuando termine de escribir esta entrega lo voy a fotografiar y luego lo rompo.
         Federico Morales vivió una vida plena como cirujano. Su tesoro, son 700 casos operados con éxito. La burocracia médica no hizo mella en él. Sólo en un hospital público se puede tener esa experiencia formidable. Ésa es la riqueza inmensa que nos ofrece la medicina pública. No cambiaría por nada el trabajo que tuve la oportunidad y fortuna de realizar en tales hospitales, a los que califico como pobres y ricos, inhumanos y heroicos. Son hospitales que precisan de ayuda, porque el servicio que prestan debería llenar de orgullo a una ciudadanía que desconoce todo sobre ellos y que, incluso, los desprecia o los denosta.  
La burocracia médica no hace mella en muchos médicos burócratas, pero la mayoría de médicos burócratas se tornan apáticos, se quitan de encima el trabajo, aguantan 30 años esperando jubilarse, disfrutan su ridículo bono, enmarcan su diplomita y lo cuelgan en un lugar privilegiado de su casa o de su consultorio.
Imagino la cara de un centro delantero, estrella de la liga mayor futbol, si, al retirarse luego de obtener quince títulos consecutivos como el mejor goleador de la liga, le dan un diploma o constancia que diga: “Como reconocimiento a quince años dedicados a divertir a los habitantes de ciudades donde hay canchas deportivas”.
Concluyo: La burocracia manda, dirige, estipula, exige e ignora. La burocracia es nuestra patrona, nuestra guía, la fuente de nuestro descontento. La burocracia es la madre amorosa de los mediocres, la madre indiferente de los buenos. La burocracia es la chingona, y es la chinga.        
Dr. Ricardo Perera Merino