sábado, 21 de mayo de 2011


Mayo 21, 2011.
LA BUROCRACIA MÉDICA

(Primera parte de cuatro)

Un memorándum no se escribe para informar, sino para proteger a quien lo redacta.
(Tomado de las Leyes de Murphy)

Se asegura que la burocracia es un mal necesario. Yo añadiría que se trata de una calamidad  y que, por lo que al ejercicio de la medicina se refiere, es una verdadera desgracia. No me refiero a los médicos burócratas, hablo claramente de la “burocracia médica”. Hay diferencias en esto, no muy sutiles por cierto. Exponer el tema de la burocracia médica no ofrece mayores dificultades, es fácil. La dificultad estriba en ser objetivo y esto implica no caer en exageraciones; tampoco pasar por alto lo que es significativo, o soslayarlo.
         Hay excelentes burócratas en todas partes, me refiero a personas que son muy profesionales y eficientes, pero por lo general, y en todas partes, un burócrata le cae mal a cualquiera, incluyendo a otros burócratas. Un burócrata de la Secretaria de Hacienda, por ejemplo, le cae muy mal a una burócrata del IMSS, y viceversa. Quien resulta insoportable es el burócrata, no la persona. Esta persona es simpática, agradable y amable cuando se le conoce en un bar, en una fiesta, en un viaje, en una tienda de autoservicio o en el Metro. No es Robustiana Talancón  la que nos cae mal y a la que quisiéramos ahorcar. No. Es la recepcionista del servicio de urgencias de la clínica Equis o del hospital Zeta la que es indiferente, desatenta e irresponsable. Y esa recepcionista, cuyo nombre ignoramos, se llama Robustiana Talancón.
         Un paciente descontento, o un familiar suyo, nos grita, a los médicos, ¡pinche burócrata irresponsable! Dejemos de lado si tiene razón o no, si su enojo, su furia, es justificada o no. Lo relevante es que el descontento, el coraje o la rabia se expresa gritando: ¡pinche burócrata! Y no: ¡pinche médico! Existe una animadversión social hacia la burocracia porque todos hemos sido víctimas, alguna vez al menos, de la indiferencia y maltrato burocrático. Los buenos médicos burócratas, porque también hay malos médicos burócratas, pagan el precio, siempre inmerecido, de esa animadversión. Existen médicos burócratas que deberían estar en la cárcel. También existen médicos privados que deberían hacerles compañía en la misma celda. Y existen médicos burócratas y médicos privados que son orgullo legítimo de la Medicina y su ejercicio.
         El tirano, el gran malhechor en la burocracia, es la “tramitología”, la reglamentación que sólo cambia para complicarse. Los burócratas se rigen por ella, la conocen al dedillo, de pies a cabeza. Cada requisito, que tiene como primera intención establecer un orden, puede ser utilizado por un burócrata con ese fin, o bien como pretexto para quitarse trabajo o para evadir responsabilidades. También, lo sabemos todos, como obstáculo para negar o retrasar un sencillo trámite. De un burócrata se puede prescindir, pero no puede prescindirse de la reglamentación ya creada. Ellas, las reglas o normas, son las que mandan, deciden y administran.
El problema del médico burócrata es la “burocracia”. Ese ente impersonal que, mediante papeles, memorándums y oficios todo lo domina, regula, dificulta, prohíbe, permite, acepta o niega. La burocracia es como un fantasma anónimo e invisible que pone un sello o no lo pone. Lo que es más, para que exista un sello debe existir un oficio, sellado, en el que se da cuenta de que dicho sello fue oficialmente aceptado, diseñado, manufacturado y puesto a la disposición del fantasma adecuado, uno con nombramiento y cuyas funciones están perfectamente especificadas en ciertas condiciones generales de trabajo elaboradas por fantasmas generalmente muertos hace décadas.
         Voy a relatar el caso de un bebé, femenino, que tenía ocho meses de nacida y que estaba muriendo. Padecía de un cuadro séptico grave. Su pequeño vientre parecía un globo. Fue internada el Hospital Infantil de Coyoacán, perteneciente a la Secretaría de Salud del D.F. Se trata de un hospital, como todos los pertenecientes a dicha Secretaría, muy pobre y a la vez muy rico, inhumano y a la vez heroico. En este hospital, pobre en recursos materiales, pero muy rico en recursos humanos, dos médicas pediatras, muy jóvenes, muy responsables y bien preparadas, se abocaron a intentar salvar a la pequeñita desahuciada. Era las tres de la tarde de un sábado del mes de octubre del año 2002. Cuando intentaban, como medida extrema, canalizar una vena en el cuello de la niña, lesionaron una de las dos arterias que nutren el cerebro. Se trató de una complicación frecuente en este tipo de casos y no siempre evitable. De cualquier manera estaba justificado correr el riesgo. Las dos pediatras trabajaban bajo condiciones de iluminación muy precarias. Se trataba de una lámpara de pie con un foco de 40 W. El “quirófano” era la sala de cunas. La “mesa de operaciones” era la cunita de la enfermita. De inmediato, una de las dos pediatras cohibió la hemorragia taponando con su dedo índice el pequeño corte que se produjo en la pequeñísima arteria de la bebita, y así permaneció, estoicamente, más de una hora. La otra doctora fue a comunicar el incidente a la joven doctora que fungía como Asistente de la Dirección los fines de semana. Las dos pediatras no estaban capacitadas para resolver la complicación porque no son cirujanas, ni tenían los medios para intentarlo en caso de que estuvieran capacitadas. La joven doctora burócrata, asisten de la dirección, que pudo haberse lavado las manos ante ese caso de desahucio, no perdió tiempo. Haciendo gala de una responsabilidad ejemplar se trepó a la ambulancia del hospital y ordenó al chofer que encendiera la sirena y “volara” al hospital de Urgencias XOCO. Al llegar habló con el Asistente de la Dirección de ese hospital, expuso el problema y le exigió ayuda. Necesitaba un cirujano. Eran las cuatro de la tarde y los dos cirujanos de turno estaban operando, pero alguien comentó que el cirujano vascular, cuyo turno empezaba a las ocho de la noche, había sido visto en el hospital y que en ese momento se encontraba, leyendo, en el descanso de médicos. Lo vocearon, acudió, y la joven asistente de la dirección del Hospital Infantil de Coyoacán lo puso al tanto de la situación. El especialista aceptó de inmediato trasladarse al Hospital Infantil de Coyoacán. Pidió al asistente de la dirección de XOCO que le proporcionara pinzas muy finas que forman parte del instrumental para cirugía vascular del hospital. Acudieron a la Central de Esterilización y Equipo, pero el Asistente de la Dirección no tuvo los tamaños para vencer el obstáculo que le puso la enferma auxiliar encargada de dicha central. Ésta le dijo que no estaba autorizada a entregar equipo que no fuera a ser utilizado en el nosocomio. Llamaron a la enfermera general, supervisora del turno y ésta mostró un memorándum firmado por la Jefa de Enfermeras y avalado por el Director del Hospital, en el que se especificaba que, por ningún concepto, se podría sacar instrumental. El asistente de la dirección no tuvo agallas. El especialista y la joven médica del hospital infantil se fueron sin el instrumental y material de sutura requerido. El médico llevó instrumental y material de sutura de su propiedad, fino, pero propio para operar adultos. Durante el breve trayecto de XOCO al Hospital Infantil de Coyoacán, la joven doctora dijo al especialista:
- No puedo creer lo que acabo de presenciar, doctor. Le negaron a usted instrumental y material indispensable para lo que pretende resolver. ¡Somos la misma Institución, doctor! ¿Qué pasa?, explíqueme porque no lo entiendo.
- Es la burocracia, doctora – le respondió el viejo médico - Nos paró en seco un memorándum y le faltaron pantalones a tu colega de XOCO. Teme perder la sillita de mando que le regalaron. Muchas veces por los memorándums y las reglamentaciones nos llaman “pinches burócratas”. Los que deben escuchar ese insulto son los que firman los memorándums. Ellos están en este momento en el cine o en una fiesta. No tienen idea de lo que tú estás haciendo ni de lo que están haciendo las dos pediatras de tu hospital. No se van a enterar nunca de lo que está sucediendo, ni les importa. Que esto no te desanime. Eres muy joven. Debes estar orgullosa por tu conducta. Sé así siempre y no cambies por nada.
         La doctora comunicó el lunes al Director del Hospital Infantil lo que había sucedido. Su respuesta fue la indiferencia. El asistente de la dirección de XOCO, el pusilánime, no reportó el incidente en la bitácora. ¿Por qué iba a reportarlo, si le faltaron pantalones y lo sabía? La pequeñita, que se llama Aurora, que tiene un ángel de la guarda y que estará por cumplir once años, salió adelante. Al viejo médico que fue a operarla le descontaron un día de su sueldo, porque regresó al hospital después de la nueve y media de la noche y no cumplió, por lo mismo, con lo que se ordena en otro memorándum firmado por quién sabe quién, quién sabe cuándo. Un memorándum que no admite componendas. “Modifícame y complícame, pero no me anules”.  De esta manera se van acumulando las órdenes de la burocracia. Es así como nos domina a todos y como nos rige. Los burócratas pueden morir, pero los papeles son inmortales.
Sobre este aspecto me explayaré un poco más en la segunda parte de esta entrega.
Dr. Ricardo Perera Merino

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