lunes, 25 de marzo de 2013

Más acerca de la FALSEDAD del “PLASMA MARINO”


Marzo 25, 2013.
 (Contestación a un joven ingeniero que reside en Ensenada, Baja California)

 Un ingeniero, que leyó mi post titulado: “La Falsedad del Plasma Marino”, me escribió un e-mail en el que manifiesta algunas dudas sobre el tema y me proporciona dos links que lo confundieron más. Textualmente escribe: “Precisamente la lectura de esos estudios me confundió. No tengo formación en biología ni en medicina para poder opinar sobre ellos. Me queda la pregunta: ¿Estas personas diluyen el agua de mar para su supuesta ingesta medicinal?

El ingeniero me cuenta que es un entusiasta de la formación científica, de la innovación, y del conocimiento; también que padece de Iatrofobia por la mala experiencia que ha tenido con médicos. Los dos links que me proporcionó son los siguientes:


Después de leer ambos trabajos le contesté lo que sigue:

Ingeniero:
Me voy a referir, primero, al link titulado:

EXPERIENCIAS DE UTILIZACIÓN DE PLASMA MARINO
COMO SUSTITUTO DE LA SANGRE.

(Experiencia realizada en la Universidad de La Laguna (Canarias) en 1974 y refrendadas en 2003 con motivo del 1er. Encuentro Interuniversitario organizado por Prodimar y la Fundación Aqua Maris).

 Se trata de una “experiencia” realizada hace 39 años y refrendada hace 10. Quiero entender que los autores se refieren a la acepción: “aceptar, corroborar o confirmar de nuevo”  que tiene el verbo refrendar. En otras palabras, hace 10 años un grupo de investigadores confirmó lo que ese mismo grupo publicó hace 39.

Nos dicen que en 1905 (hace 108 años), René Quinton trató diferentes estados patológicos  aplicando inyecciones de plasma  formado por agua de mar y agua de manantial mezcladas hasta obtener la concentración salina del mar original, que es igual a la de la sangre” (sic). ¿Entiende usted lo anterior, ingeniero? Yo no. Resultaría menos confuso si hubieran escrito: hasta obtener la concentración salina original del mar, el cual, de suyo, es original, pero no es esta sintaxis errónea por lo que no entiendo. Veamos: Quinton pretendía curar enfermedades suministrando al enfermo agua de mar (inyectándosela, aunque en el escrito no se precise si la inyección fue intravenosa, intramuscular o subcutánea). Si lo  que quiso Quinton fue inyectar la concentración salina del “mar original”, ¿por qué tuvo que mezclarla con agua dulce “hasta obtener la concentración salina original del mar?”. Mientras más agua dulce se agregue más se aleja de la salinidad original, entonces es necesario agregar más agua de mar para aumentar la salinidad, pero la salinidad original nunca se alcanzará porque siempre habrá en la mezcla algo de agua dulce. Este párrafo bastaría para dejar de leer el resto de la publicación. Es un enredo. Por otro lado, los seguidores de Quinton insisten en utilizar el vocablo “plasma” como sinónimo de agua y en aseverar que “la concentración salina del mar es igual a la de la sangre”. No voy a insistir mucho en esto porque ya lo aclaré en mi post que usted leyó. Sólo reitero que el plasma es la parte líquida de la sangre, desprovisto de las células de la misma, y esto no equivale a que sea agua. Es un líquido, formado principalmente por agua, pero que contiene otras sustancias vitales de las que carece el agua, salada o dulce, y que son, entre otras, las proteínas plasmáticas. Esto, ingeniero, lo ignoró Quinton y lo ignoran sus seguidores de antaño y de hogaño.
El experimento de que da cuenta el artículo, realizado hace 39 años en 10 perros famélicos y enfermos, carece de todo rigor científico. Los humanos sanos contamos con 5 litros de sangre (en promedio) que está en circulación continua. Un donador de sangre “profesional” podría donar 0.5 litros de sangre (10% del total) diariamente. Esto es posible porque el organismo es capaz de reponer esa cantidad en ese tiempo. Si perdemos abruptamente 75% de nuestra sangre (3.75 litros), morimos. De un shock hipovolémico de esa magnitud salen con vida muy pocos,  poquísimos. Y estoy hablando de una atención hospitalaria de muy alto nivel, inmediata, con administración inmediata, y por varías vías intravenosas simultáneas, de sustitutos del plasma de alta osmolaridad, (a los que se conoce como expansores del plasma), así como soluciones glucosadas y/o salinas en tanto se obtiene la sangre requerida. De modo que a un perro mal nutrido y enfermo al que se le sangra en 10 minutos para extraerle el 75% de su sangre para luego sustituirla con agua de mar rebajada con agua de manatial, que sobrevive a tal agresión brusca y que seis días después camina como si nada y además curado de las enfermedades que padecía, es un cuentito infantil que pretenden vender como cierto personas de dudosa reputación médica y científica y cuyos trabajos nunca han sido publicados en una revista científica seria.

Para convencer al mundo de que todo lo que aseveran es cierto, el artículo culmina (cosa inédita en trabajos científicos) con el siguiente párrafo:
De este documento, cuya finalidad es que sea publicado en un medio científico como apoyo o aval para los Dispensarios Marinos que operan actualmente en diversos países, con el propósito de detener las muertes por hambre en el mundo, damos fe quienes hemos sobrevivido después de las experiencias de aquella época, y para que así conste, estampamos nuestra firma, refrendada por el sello de la entidad hospitalaria y académica que representamos actualmente.

Firman cinco personas. No me queda claro el objetivo del experimento con los perritos. ¿Fue, como reza el título del artículo,  para demostrar que el agua de mar es un buen sustituto de la sangre? o, como se puede leer en el párrafo anterior, para “detener las muertes por hambre en el mundo”.
 Me referiré ahora al otro link:

AGUA DE MAR PARA COMBATIR LAS EPIDEMIAS HÍDRICAS CAUSADAS POR LA DESNUTRICIÓN EN LAS ZONAS COSTERAS DESÉRTICAS AHORRANDO AGUA DULCE.

 Ponencia presentada por Gracia Hidalgo-Ramos Coordinadora del Departamento de Nutrición y Educación-Información-Formación- Extensión de Seawater Foundation, FL en el IV Foro Mundial del Agua (México marzo 2006).

Ignoro quién es Gracia Hidalgo-Ramos. Sé, por lo consignado en el artículo, que es Coordinadora de un Departamento de Nutrición y Educación-Información-Formación-Extensión-etecétera.  De acuerdo, pero… ¿qué es ella? ¿Es química, es física, es bióloga, es médica, es agrónoma, es oceanógrafa, es escritora, es manicurista, o simplemente es coordinadora? Por el contenido de su ponencia concluyo que es una impostora, muy audaz, en lo que a medicina y biología se refiere. El título de su ponencia me atolondra: “Agua de mar para combatir las epidemias hídricas causadas por la desnutrición…” No es necesario exponer lo que significa “epidemia” en medicina. Lo puede usted encontrar en cualquier diccionario, ingeniero. Una característica de las epidemias es su contagiosidad (aunque recientemente se ha extendido su uso a entidades no infecciosas).  La autora de la ponencia califica el sustantivo “epidemia” con el adjetivo “hídrica”, es decir, lo relacionado con el agua. Me atrevo, entonces, a interpretar que habla de epidemias relacionadas con el agua. Epidemias de este tipo serían las muy conocidas enfermedades que se convierten en epidémicas en una población que bebe agua contaminada: el cólera principalmente, pero también la tifoidea y la amibiasis. Ésta última se convierte, así, de endémica en epidémica. Seguramente la ponente quiso decir (esto es interpretación mía): “numerosos casos de deshidratación en determinado grupo poblacional”. Esto no es, obviamente, una epidemia. Ahora bien, ella habla de epidemias hídricas (así, en plural) causadas por desnutrición. No entiendo qué quiso decir y no estoy seguro que ella lo entienda. Tomando la definición más simple de epidemia podríamos interpretar así lo dicho por doña Gracia: enfermedad(es) relacionada(s) con el agua que ataca(n) simultanea y temporalmente un gran número de personas en determinada población, y que es (son) causada(s) por desnutrición. ¿Y cuáles son esas enfermedades, señora Hidalgo-Ramos? Lo pregunto yo y lo pregunta, seguramente, la Patología, materia fundamental de la Medicina. No debemos olvidar que una persona puede estar desnutrida sin estar deshidratada. La deshidratación sobreviene como consecuencia de un aporte inadecuado de agua y la desnutrición como un aporte inadecuado de nutrientes. Por supuesto que ambas pueden sobrevenir como consecuencia de diversos estados patológicos (gastroenteritis aguda y cáncer por citar sólo dos ejemplos). Está claro que la desnutrición y la deshidratación pueden coincidir en una persona o grupo humano, de hecho es frecuente que esto suceda. En nuestro país, por ejemplo, existen pueblos con un elevado número de población desnutrida, pero bien hidratada y esto generalmente se debe a un aporte inadecuado en la calidad de los nutrientes, no en la cantidad. A nuestros niños, en los pueblos y también en las grandes urbes, se les da más coca cola que leche, están bien hidratados y están gordos pero mal nutridos. Lo contrario no ocurre: una persona bien nutrida siempre está bien hidratada. Esto sólo lo puede cambiar la enfermedad.
Volviendo a la idea original de doña Gracia, a mí se me ocurre que, en el utópico caso de existir,  una “epidemia hídrica causada por desnutrición” habría que combatirla con comida y no con agua de mar. Sin embargo, como señalo más adelante, para los “Quintonianos” el agua de mar es comida pura, ya digerida y lista para ser asimilada por los setenta millones de millones de células que nos conforman.

La ponencia está plagada de desaciertos. La autora se saca de la manga un silogismo muy desafortunado. La lógica se aprende en el bachillerato y pienso que lo único que  aprendimos bien de lógica, al menos yo, fueron los silogismos. Doña Gracias plantea dos premisas verdaderas, pero la conclusión de las mismas es equivocada. Leamos lo que nos dice:
“La biología es la ciencia de la vida” (premisa verdadera). “Sin agua no hay vida” (premisa verdadera). “Por lo tanto, la biología es la ciencia del agua” (conclusión equivocada). ¿Por qué de dos premisas verdaderas surge una conclusión equivocada? Porque es menester que entre las premisas exista una relación. Siguiendo la lógica de la ponente de marras podríamos decir: La biología es la ciencia de la vida. Sin oxígeno no hay vida. Por lo tanto la biología es la ciencia del oxígeno. O esta otra: El futbol es el deporte que aman los mexicanos. Juan aborrece el futbol. Por lo tanto Juan no es mexicano.
En un párrafo del artículo doña Gracia supera la ignorancia de Quinton: “Ignorar al (sic) agua de mar como recurso y alternativa para la nutrición, la agricultura, la ganadería, especialmente en las zonas áridas y secas de las costas del Planeta, es desperdiciar un recurso gratuito y renovable que tiene en su composición todos los nutrientes en la forma orgánica y biodisponible que necesitan los organismos vivos para su sobrevivencia (acidos nucleicos, ADN-información, proteinas, grasas, hidratos de carbono, minerales, vitaminas, además del fito y el zooplancton, y un pH 8.4)”. El subrayado es mío.

Esto es totalmente falso, ingeniero. No voy a repetir cuál es la composición del agua de mar, pero sí quiero hablar de lo que significa la biodisponibilidad de los nutrientes. Los nutrientes básicos que nos mantienen vivos son los hidratos de carbono (azúcares), las proteínas (animales o vegetales) y las grasas. En una comida balanceada se encuentran presentes los tres, pero nuestro organismo, nuestras células, no puede DISPONER de ellos. ¿Cómo puede aprovechar nuestro organismo un buen platillo de albóndigas acompañado con puré de papas? Sólo hasta que nuestro sistema digestivo lo desmenuce en partículas asimilables, libres de polvo y paja, que puedan atravesar la membrana celular. En su trayecto por el intestino delgado y merced a la acción de los jugos intestinal, biliar y pancreático, el platillo mencionado, que ya fue previamente preparado por una enzima salival (la amilasa), triturado en el estómago y expuesto al jugo gástrico que lo ablanda y empieza a digerir, las albóndigas y el puré de papas son convertidos en los nutrientes biodisponibles: monosacáridos, glicerol, ácidos grasos y aminoácidos. Según doña Gracia, pero también de la Seawater Foundation y similares, estos nutrientes biodisponibles se encuentran, todos, en al agua de mar. ¡Qué ignorancia! Una ignorancia sin límites. No sólo no existen en forma biodisponible sino que en el agua de mar no hay hidratos de carbomo, proteínas ni lípidos.
Es obvio que la ponente, como muchos seguidores de la mal llamada “medicina alternativa”, muestra un gran desprecio hacia la medicina alópata y hacia quienes la ejercemos. Está bien, se vale, pero si escribimos o presentamos ponencias, y además las hacemos públicas,  debemos hablar (o escribir) con propiedad. Ella dice:
“Los humanos somos autorreparables, si nos dan las “herramientas” adecuadas para autorrepararnos. Las enfermedades no las curan los médicos, las curamos nosotros, si no nos entorpecen las recetas farmacéuticas que ellos prescriben, todas con efectos secundarios tóxicos” (sic).

Contagiado por doña Gracia yo aseguro que todas las computadoras son autorreparables si les ponemos enfrente, cuando se descomponen, un técnico experto en reparar computadoras. Y ya encarrerado, y siguiendo su razonamiento, agrego que a mi computadora descompuesta no la repara el técnico experto, sino yo mismo si no me entorpece ese pequeño destornillador que trae consigo y que tiene como peculiaridad específica rayar el disco duro. Quisiera ver a doña Gracia, a los Quintonianos, y a todos los partidarios de la mal llamada medicina alternativa curarse de una bronconeumonía, de una peritonitis o de un absceso hepático amibiano bebiendo agua de mar, oliendo aromas o tragando chochitos cada hora y media.
Le aclaro a doña Gracia que los médicos alópatas no prescribimos “recetas farmacéuticas”. Lo que hacemos es prescribir, en una receta, un fármaco o medicamento. Le aseguro, además, que no todos los medicamentos producen en todas las personas efectos secundarios, que éstos son raros y pasajeros y que no todos los efectos secundarios son tóxicos. Por otro lado, los efectos secundarios o indeseables no son exclusivos de los fármacos o medicamentos. Hay bebés que no toleran la leche, personas a las que el nopal o el epazote les producen diarrea o náusea y no faltan quienes se cunden de ronchas y se les reseca la piel cuando asean su cuerpo con el muy delicado e hidratante jabón de avena.

En La ponencia de doña Gracia además de desaciertos hay, como ya señalé, mucha ignorancia. Ella pregunta que: ¿Cómo se hidratan una ballena misticeta, un pingüino atlántico y un esquimal en el invierno polar? Yo le recomiendo que lea, que  estudie el tan sencillo como maravilloso ciclo hidrólogico. Ella ignora que los glaciares, que cubren el 10% de la Tierra, contienen el 75% del agua dulce de nuestro planeta .
Y para qué seguir, ingeniero. Ya me extendí demasiado. No me meto con el tema del agua de mar con fines de cultivo porque desconozco todo sobre el tema. Leí sobre la Salicornia que usted menciona y me parece muy interesante que una planta crezca sana regada con agua salada. Seguramente habrá muchas más.

Agradezco mucho que me haya contactado, sus comentarios hacia mi persona y que se interese por algunas cosas que escribo. Espero sigamos en contacto.
 

Dr. Ricardo Perera Merino.