Marzo 25, 2013.
(Contestación
a un joven ingeniero que reside en Ensenada, Baja California)
El
ingeniero me cuenta que es un entusiasta de la formación científica, de la
innovación, y del conocimiento; también que padece de Iatrofobia por la mala
experiencia que ha tenido con médicos. Los dos links que me proporcionó son los siguientes:
http://www.manifiestodelagua.com/documentos/II_Informe_de_las_Experiencias_de_utilizacion_de_Agua_de_Mar.pdf
http://www.manifiestodelagua.com/documentos/IX_AGUA_DE_MAR_PARA_COMBATIR_LAS_EPIDEMIAS.pdf
http://www.manifiestodelagua.com/documentos/IX_AGUA_DE_MAR_PARA_COMBATIR_LAS_EPIDEMIAS.pdf
Después
de leer ambos trabajos le contesté lo que sigue:
Ingeniero:
Me voy a referir, primero, al link titulado:
EXPERIENCIAS
DE UTILIZACIÓN DE PLASMA MARINO
COMO
SUSTITUTO DE LA SANGRE.
(Experiencia realizada en la Universidad de La Laguna (Canarias)
en 1974 y refrendadas en 2003 con motivo del 1er. Encuentro Interuniversitario
organizado por Prodimar y la Fundación Aqua Maris).
Nos dicen que
en 1905 (hace 108 años), René Quinton trató diferentes estados patológicos “aplicando inyecciones
de plasma formado por agua de mar y agua
de manantial mezcladas hasta obtener la concentración salina del mar original,
que es igual a la de la sangre” (sic). ¿Entiende usted
lo anterior, ingeniero? Yo no. Resultaría menos confuso si hubieran escrito: hasta obtener la concentración salina
original del mar, el cual, de suyo, es original, pero no es esta sintaxis errónea
por lo que no entiendo. Veamos: Quinton
pretendía curar enfermedades suministrando al enfermo agua de mar
(inyectándosela, aunque en el escrito no se precise si la inyección fue
intravenosa, intramuscular o subcutánea). Si lo
que quiso Quinton fue inyectar la concentración salina del “mar original”, ¿por qué tuvo que
mezclarla con agua dulce “hasta obtener
la concentración salina original del mar?”. Mientras más agua dulce se
agregue más se aleja de la salinidad original, entonces es necesario agregar
más agua de mar para aumentar la salinidad, pero la salinidad original nunca se
alcanzará porque siempre habrá en la mezcla algo de agua dulce. Este párrafo
bastaría para dejar de leer el resto de la publicación. Es un enredo. Por otro
lado, los seguidores de Quinton insisten en utilizar el vocablo “plasma” como
sinónimo de agua y en aseverar que “la concentración salina del mar es igual a
la de la sangre”. No voy a insistir mucho en esto porque ya lo aclaré en mi post que usted leyó. Sólo reitero que el
plasma es la parte líquida de la sangre, desprovisto de las células de la misma,
y esto no equivale a que sea agua. Es un líquido, formado principalmente por
agua, pero que contiene otras sustancias vitales de las que carece el agua,
salada o dulce, y que son, entre otras, las proteínas plasmáticas. Esto,
ingeniero, lo ignoró Quinton y lo ignoran sus seguidores de antaño y de hogaño.
El experimento de que da cuenta el artículo,
realizado hace 39 años en 10 perros famélicos y enfermos, carece de todo rigor
científico. Los humanos sanos contamos con 5 litros de sangre (en promedio) que
está en circulación continua. Un donador de sangre “profesional” podría donar
0.5 litros de sangre (10% del total) diariamente. Esto es posible porque el
organismo es capaz de reponer esa cantidad en ese tiempo. Si perdemos
abruptamente 75% de nuestra sangre (3.75 litros), morimos. De un shock
hipovolémico de esa magnitud salen con vida muy pocos, poquísimos. Y estoy hablando de una atención hospitalaria
de muy alto nivel, inmediata, con administración inmediata, y por varías vías
intravenosas simultáneas, de sustitutos del plasma de alta osmolaridad, (a los
que se conoce como expansores del plasma), así como soluciones glucosadas y/o
salinas en tanto se obtiene la sangre requerida. De modo que a un perro mal
nutrido y enfermo al que se le sangra en 10 minutos para extraerle el 75% de su
sangre para luego sustituirla con agua de mar rebajada con agua de manatial,
que sobrevive a tal agresión brusca y que seis días después camina como si nada
y además curado de las enfermedades que padecía, es un cuentito infantil que
pretenden vender como cierto personas de dudosa reputación médica y científica
y cuyos trabajos nunca han sido publicados en una revista científica seria.
Para convencer al mundo de que todo lo que aseveran
es cierto, el artículo culmina (cosa inédita en trabajos científicos) con el
siguiente párrafo:
De
este documento, cuya finalidad es que sea publicado en un medio científico como
apoyo o aval para los Dispensarios Marinos que operan actualmente en diversos
países, con el propósito de detener las muertes por hambre en el mundo, damos
fe quienes hemos sobrevivido después de las experiencias de aquella época, y
para que así conste, estampamos nuestra firma, refrendada por el sello de la
entidad hospitalaria y académica que representamos actualmente.
Firman cinco personas. No me queda claro
el objetivo del experimento con los perritos. ¿Fue, como reza el título del
artículo, para demostrar que el agua de
mar es un buen sustituto de la sangre? o, como se puede leer en el párrafo anterior,
para “detener las muertes por hambre en el mundo”.
AGUA DE MAR PARA COMBATIR LAS EPIDEMIAS HÍDRICAS
CAUSADAS POR LA DESNUTRICIÓN EN LAS ZONAS COSTERAS DESÉRTICAS AHORRANDO AGUA
DULCE.
Ignoro quién es Gracia Hidalgo-Ramos.
Sé, por lo consignado en el artículo, que es Coordinadora de un Departamento de
Nutrición y Educación-Información-Formación-Extensión-etecétera. De acuerdo, pero… ¿qué es ella? ¿Es química, es
física, es bióloga, es médica, es agrónoma, es oceanógrafa, es escritora, es
manicurista, o simplemente es coordinadora? Por el contenido de su ponencia
concluyo que es una impostora, muy audaz, en lo que a medicina y biología se
refiere. El título de su ponencia me atolondra: “Agua de mar para combatir las
epidemias hídricas causadas por la desnutrición…” No es necesario
exponer lo que significa “epidemia” en medicina. Lo puede usted encontrar en cualquier
diccionario, ingeniero. Una característica de las epidemias es su contagiosidad
(aunque recientemente se ha extendido su uso a entidades no infecciosas). La autora de la ponencia califica el
sustantivo “epidemia” con el adjetivo “hídrica”, es decir, lo relacionado con
el agua. Me atrevo, entonces, a interpretar que habla de epidemias relacionadas
con el agua. Epidemias de este tipo serían las muy conocidas enfermedades que
se convierten en epidémicas en una población que bebe agua contaminada: el
cólera principalmente, pero también la tifoidea y la amibiasis. Ésta última se
convierte, así, de endémica en epidémica. Seguramente la ponente quiso decir
(esto es interpretación mía): “numerosos casos de deshidratación en determinado
grupo poblacional”. Esto no es, obviamente, una epidemia. Ahora bien, ella
habla de epidemias hídricas (así, en
plural) causadas por desnutrición. No entiendo qué quiso decir y no estoy
seguro que ella lo entienda. Tomando la definición más simple de
epidemia podríamos interpretar así lo dicho por doña Gracia: enfermedad(es) relacionada(s) con el agua que
ataca(n) simultanea y temporalmente un gran número de personas en determinada
población, y que es (son) causada(s) por desnutrición. ¿Y cuáles son esas
enfermedades, señora Hidalgo-Ramos? Lo pregunto yo y lo pregunta, seguramente,
la Patología, materia fundamental de la Medicina. No debemos olvidar que una
persona puede estar desnutrida sin estar deshidratada. La deshidratación
sobreviene como consecuencia de un aporte inadecuado de agua y la desnutrición
como un aporte inadecuado de nutrientes. Por supuesto que ambas pueden
sobrevenir como consecuencia de diversos estados patológicos (gastroenteritis
aguda y cáncer por citar sólo dos ejemplos). Está claro que la desnutrición y
la deshidratación pueden coincidir en una persona o grupo humano, de hecho es
frecuente que esto suceda. En nuestro país, por ejemplo, existen pueblos con un
elevado número de población desnutrida, pero bien hidratada y esto generalmente
se debe a un aporte inadecuado en la calidad de los nutrientes, no en la
cantidad. A nuestros niños, en los pueblos y también en las grandes urbes, se
les da más coca cola que leche, están bien hidratados y están gordos pero mal
nutridos. Lo contrario no ocurre: una persona bien nutrida siempre está bien
hidratada. Esto sólo lo puede cambiar la enfermedad.
Volviendo a la idea original de doña
Gracia, a mí se me ocurre que, en el utópico caso de existir, una “epidemia hídrica causada por desnutrición”
habría que combatirla con comida y no con agua de mar. Sin embargo, como señalo
más adelante, para los “Quintonianos” el agua de mar es comida pura, ya
digerida y lista para ser asimilada por los setenta millones de millones de
células que nos conforman.
La ponencia está plagada de desaciertos.
La autora se saca de la manga un silogismo muy desafortunado. La lógica se
aprende en el bachillerato y pienso que lo único que aprendimos bien de lógica, al menos yo, fueron
los silogismos. Doña Gracias plantea dos premisas verdaderas, pero la
conclusión de las mismas es equivocada. Leamos lo que nos dice:
“La
biología es la ciencia de la vida” (premisa verdadera). “Sin agua no hay vida” (premisa verdadera).
“Por lo tanto, la biología es la ciencia
del agua” (conclusión equivocada). ¿Por qué de dos premisas verdaderas
surge una conclusión equivocada? Porque es menester que entre las premisas
exista una relación. Siguiendo la lógica de la ponente de marras podríamos
decir: La biología es la ciencia de la vida. Sin oxígeno no hay vida. Por lo
tanto la biología es la ciencia del oxígeno. O esta otra: El futbol es el
deporte que aman los mexicanos. Juan aborrece el futbol. Por lo tanto Juan no
es mexicano.En un párrafo del artículo doña Gracia supera la ignorancia de Quinton: “Ignorar al (sic) agua de mar como recurso y alternativa para la nutrición, la agricultura, la ganadería, especialmente en las zonas áridas y secas de las costas del Planeta, es desperdiciar un recurso gratuito y renovable que tiene en su composición todos los nutrientes en la forma orgánica y biodisponible que necesitan los organismos vivos para su sobrevivencia (acidos nucleicos, ADN-información, proteinas, grasas, hidratos de carbono, minerales, vitaminas, además del fito y el zooplancton, y un pH 8.4)”. El subrayado es mío.
Esto es totalmente
falso, ingeniero. No voy a repetir cuál es la composición del agua de mar, pero
sí quiero hablar de lo que significa la biodisponibilidad
de los nutrientes. Los nutrientes básicos que nos mantienen vivos son los
hidratos de carbono (azúcares), las proteínas (animales o vegetales) y las
grasas. En una comida balanceada se encuentran presentes los tres, pero nuestro
organismo, nuestras células, no puede DISPONER de ellos. ¿Cómo puede aprovechar
nuestro organismo un buen platillo de albóndigas acompañado con puré de papas?
Sólo hasta que nuestro sistema digestivo lo desmenuce en partículas
asimilables, libres de polvo y paja, que puedan atravesar la membrana celular.
En su trayecto por el intestino delgado y merced a la acción de los jugos
intestinal, biliar y pancreático, el platillo mencionado, que ya fue
previamente preparado por una enzima salival (la amilasa), triturado en el
estómago y expuesto al jugo gástrico que lo ablanda y empieza a digerir, las
albóndigas y el puré de papas son convertidos en los nutrientes biodisponibles: monosacáridos,
glicerol, ácidos grasos y aminoácidos. Según doña Gracia, pero también de la
Seawater Foundation y similares, estos nutrientes biodisponibles se encuentran,
todos, en al agua de mar. ¡Qué ignorancia! Una ignorancia sin límites. No sólo
no existen en forma biodisponible sino que en el agua de mar no hay hidratos de
carbomo, proteínas ni lípidos.
Es obvio que
la ponente, como muchos seguidores de la mal llamada “medicina alternativa”,
muestra un gran desprecio hacia la medicina alópata y hacia quienes la ejercemos.
Está bien, se vale, pero si escribimos o presentamos ponencias, y además las
hacemos públicas, debemos hablar (o
escribir) con propiedad. Ella dice:“Los humanos somos autorreparables, si nos dan las “herramientas” adecuadas para autorrepararnos. Las enfermedades no las curan los médicos, las curamos nosotros, si no nos entorpecen las recetas farmacéuticas que ellos prescriben, todas con efectos secundarios tóxicos” (sic).
Contagiado
por doña Gracia yo aseguro que todas las computadoras son autorreparables si
les ponemos enfrente, cuando se descomponen, un técnico experto en reparar
computadoras. Y ya encarrerado, y siguiendo su razonamiento, agrego que a mi
computadora descompuesta no la repara el técnico experto, sino yo mismo si no
me entorpece ese pequeño destornillador que trae consigo y que tiene como
peculiaridad específica rayar el disco duro. Quisiera ver a doña Gracia, a los
Quintonianos, y a todos los partidarios de la mal llamada medicina alternativa curarse
de una bronconeumonía, de una peritonitis o de un absceso hepático amibiano
bebiendo agua de mar, oliendo aromas o tragando chochitos cada hora y media.
Le aclaro a doña Gracia que los médicos alópatas no prescribimos “recetas
farmacéuticas”. Lo que hacemos es prescribir, en una receta, un fármaco o
medicamento. Le aseguro, además, que no
todos los medicamentos producen en todas las personas efectos secundarios,
que éstos son raros y pasajeros y que no todos los efectos secundarios son
tóxicos. Por otro lado, los efectos secundarios o indeseables no son exclusivos
de los fármacos o medicamentos. Hay bebés que no toleran la leche, personas a
las que el nopal o el epazote les producen diarrea o náusea y no faltan quienes
se cunden de ronchas y se les reseca la piel cuando asean su cuerpo con el muy
delicado e hidratante jabón de avena.
En La
ponencia de doña Gracia además de desaciertos hay, como ya señalé, mucha
ignorancia. Ella pregunta que: ¿Cómo se
hidratan una ballena misticeta, un pingüino atlántico y un esquimal en el
invierno polar?
Yo le recomiendo que lea, que estudie el tan sencillo como maravilloso ciclo
hidrólogico. Ella ignora que los glaciares, que cubren el 10% de la Tierra,
contienen el 75% del agua dulce de nuestro planeta .
Y para qué
seguir, ingeniero. Ya me extendí demasiado. No me meto con el tema del agua de
mar con fines de cultivo porque desconozco todo sobre el tema. Leí sobre la Salicornia que usted menciona y me
parece muy interesante que una planta crezca sana regada con agua salada.
Seguramente habrá muchas más.
Agradezco
mucho que me haya contactado, sus comentarios hacia mi persona y que se
interese por algunas cosas que escribo. Espero sigamos en contacto.
Dr. Ricardo
Perera Merino.